Ilan Eichner W.

En este doloroso día de Tishá Beav, nos congregamos para rememorar las tragedias que han dejado cicatrices profundas en el alma de nuestro amado pueblo judío. Un día de luto y reflexión, donde nuestros corazones se inundan de tristeza al evocar los episodios más sombríos de nuestra historia, pero también donde hallamos un rayo de esperanza que ilumina nuestra senda hacia el futuro.

Hoy, nuestras mentes se transportan a tiempos oscuros, cuando nuestros Templos sagrados yacen en ruinas, símbolos de una conexión perdida con lo divino. Las lágrimas emanan de nuestros ojos al contemplar el destierro y el sufrimiento que hemos soportado a lo largo de los siglos. Un desfile de tormentos, persecuciones y violencia atroces, que han dejado un eco de agonía en cada corazón judío.

Entre nosotros pervive una conmovedora anécdota que nos desafía a encontrar esperanza en medio del desolador abismo. Rabí Akiva, aquel sabio de tiempos remotos, presenció las ruinas del Templo de Jerusalem, y en ese lugar, mientras sus compañeros lloraban desconsoladamente, él, con un espíritu inquebrantable, esbozó una sonrisa. Ante el cuestionamiento por su reacción, explicó que las profecías de destrucción se habían cumplido, y eso le otorgaba la certeza de que también se cumplirían las profecías de restauración y redención.

Esta emotiva anécdota nos recuerda que, incluso en medio de la tristeza y el pesar, debemos aferrarnos a la esperanza y a la fe en un porvenir más brillante. Y en este día de Tishá Beav, mientras reflexionamos sobre las tragedias del pasado, también debemos enfrentar los desafíos del presente.

Israel, nuestra patria, enfrenta una crisis que sacude los cimientos de nuestra sociedad: la reforma judicial. Un momento de división y tensión, que pone a prueba nuestra unidad como pueblo, nuestra historia compartida y nuestras tradiciones ancestrales. Aunque nuestras visiones difieran, debemos encontrar el poder de la conciliación y la empatía para superar esta encrucijada y emerger más fuertes y unidos que nunca.

Es comprensible que existan preocupaciones y temores, pero debemos abordar estos dilemas con un diálogo lleno de compasión y respeto. Nuestra grandeza reside en nuestra diversidad, y es en la unión donde hallaremos el camino hacia un futuro lleno de esperanza.

En este día, también conmemoramos los eventos trágicos que han asolado Tishá Beav a lo largo de la historia. Las devastaciones, las expulsiones y las persecuciones han dejado una huella imborrable en nuestra esencia como pueblo. Sin embargo, en medio de esta penumbra, debemos encontrar el fulgor de la esperanza y la tenacidad.

Hoy, unámonos en oración y solidaridad, para que el Eterno nos guíe en nuestro trayecto hacia la reconciliación y la unidad. Miremos al futuro con valentía y confianza, pues nuestra historia ha demostrado que somos capaces de superar cualquier adversidad.

Que el dolor de nuestro pasado nos inspire a erigir un porvenir colmado de amor, justicia y paz. Que la memoria de aquellos que sufrieron nos fortalezca en la senda hacia un mundo más tolerante y compasivo.

En este día de Tishá Beav, elevemos nuestras plegarias por una Israel unida, donde la convivencia armoniosa sea el estandarte, donde las diferencias sean valoradas y respetadas. Que esta crisis por la reforma judicial sea la oportunidad para crecer como pueblo y demostrar al mundo nuestra capacidad de enfrentar desafíos con la esperanza y la fe inquebrantables en un futuro mejor.

Que el Eterno nos bendiga con sabiduría y entendimiento para encontrar el camino hacia la paz y la concordia. Construyamos juntos un futuro prometedor para nuestra amada nación, donde las profecías de redención se materialicen y donde el amor y la unión prevalezcan.

En este día de Tishá Beav, recordemos nuestro pasado, enfrentemos nuestro presente y miremos hacia el futuro con la esperanza ardiendo en nuestros corazones. Lloremos juntos por la memoria de lo que se ha perdido y levantemos nuestras almas con la certeza de que nuestro mañana será más luminoso, más compasivo y más pleno.

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